Reloj, vale que no marques las horas... pero tampoco te caigas a pedacicos, leñe.

Verano de 2012. Terraza de un bar de Madrid, delante de unas jarras de cerveza con unos amigos.


- Oye, Axil, a ver si nos puedes hacer un favor.
- ¿Ein?
- Sí, tú que eres hábil con eso del bricolaje y trabajando cuero.
- No sé de qué me hablas.
- Mira, ¿qué crees que podrías hacer con este reloj?



- Uhmmm... Déjame ver... Esfera rajada, correa cayéndose a pedazos... Podría tirarlo a la basura, suponiendo que tuviera unos guantes para no tener que tocarlo con los dedos. ¿Por?
- Es que queremos arreglarlo, y habíamos pensado que tú podrías cambiarle la correa.
-¿Estás de coña? Eso no hay quien lo encuentre, es una correa rarísima, hecha justo para este modelo. Habría que fabricarla entera desde cero y tendr...
[Ojos carnero modorro mirándome]
- Ah. Ya, ya veo. Sois conscientes de en la vida he hecho nada medianamente delicado en cuero ¿verdad? Que todo han sido piezas grandes y de acabado basto.
[Más ojos de carnero]
- Y de que a lo mejor hasta me cargo lo poco que queda del reloj ¿no?
[Seguimos con los ojos]
- Mierd... Venga, trae, a ver qué podemos hacer.


En fin, siempre es un orgullo que alguien te pida restaurar una obra de arte como ésta, fabricada con materiales de primera calidad, tal como indicaba el sello de "Genuine leather" que lleva la correa por detrás.

Genuine leather mis coj...




Empezamos por marcar la forma de esta endemoniada correa en un retal de vaquetilla negra que tenía por aquí. Sin olvidarnos de dejar un trozo extra para el dobladillo de la hebilla, claro.


Para cortar formas curvas más o menos delicadas, yo prefiero el cutter. Las tijeras suelen dejar los bordes con un bisel un poco raro, y es difícil dejar las esquinas bien acabadas.


Para algo así de delicado, más te vale aplicarte con cariño en el acabado del corte: matacantos a tutiplén y una buena pasada de cera de cantear. Tampoco te hace falta nada especial para aplicarla: la frotas por el borde del cuero, luego pasas un mechero, y a frotarla con un trapo para que el resultado sea uniforme.


Y, por supuesto, el rebaje del cuero que va a sujetar la hebilla. Imagínate la correa vista de perfil, donde gira sobre la hebilla para sujetarla.




Si queda como en el dibujo de arriba, el reborde del cuero irá rozando la piel y molestará. En cambio, si lo rebajas en bisel quedará una superficie más uniforme y el reloj resultará más cómodo.

Hay muchas herramientas con las que hacer uno de estos rebajes; si no tienes otra cosa, incluso se puede hacer con un cutter (aunque no es lo más cómodo del mundo, la verdad) ¡Y rebaja siempre por el lado de la carne, no por el lado de la flor!




Ya podemos dejar esto cogiendo forma mientras seguimos con las piezas más delicadas. Al agua con la correa, y la dejas secar con el pliegue que va a sujetar la hebilla bien marcado.


Vamos con las pequeñas presillas que sujetan la esfera a la correa. Tienen que ser de bastante menos grosor que la correa en sí, así que toca de nuevo rebajar el cuero.

Francamente, la experiencia de hacerlo con cutter no mola nada; y lo cierto es que es una operación bastante común de hacer que puede mejorar el acabado de muchas piezas. Así que ¿por qué no invertir unos pocos euros en una herramienta más adecuada?

Al principio, yo quería comprar una chifla, más que nada porque el nombre me parece de lo más gracioso. Desgraciadamente, en la tienda se les habían acabado, y acabé por comprar una cuchilla de zapatero, que, además de servir bastante bien para este trabajo, es una de las armas más temibles que he llegado a tener en las manos. Una lámina rígida de acero de palmo y medio de largo con filo de bisturí en la punta.


Las trabillas requieren cortarse y cantearse con cierto cariño para que queden bien simétricas y con bordes uniformes (a mí me quedaron un poco de aquella manera, la verdad) Un poco de agua para darles la curva adecuada, y una vez listas, las taladras para poder remacharlas después.


A estas alturas, fijo que la correa ya estará seca.


Vamos a darle los últimos retoques. Primero, le hacemos una ranura decorativa paralela al borde, usando un desbarbador. Si no tienes un desbarbador, tampoco pasa nada: puedes humedecer el cuero y hacerle un fileteado con un simple reglador (que, en caso de duda, te puedes improvisar tú mismo con casi cualquier cosa)


También aprovechamos para marcar la costura que cerrará el pliegue que sujeta la hebilla. Si tienes desbarbador, lo primero es hacer un pequeño canal por donde irá la costura; así el hilo no sobresale apenas, y el resultado queda mucho mejor acabado. Y, ya para terminar, le haces los agujeros a la correa.

Si me hubieran quedado bien centrados, hubiera sido genial.

Para el cierre de la hebilla, lo primero es pegar con cola de contacto. Ya sabes, la aplicas a ambos lados, la dejas secar un par de minutos, y luego aplicas presión un rato. Asegúrate de que el bisel que has rebajado en el cuero queda bien aplanado contra la correa. Y a coser, dejando el nudo bien escondido entre las dos capas de cuero.


Y ya sólo nos queda remachar la esfera a la correa, con mucho cuidado y con remaches de dos piezas.


¡Y con esto hemos terminad...! Espera, me parece que...

- Oye, sobre esa correa de reloj que te estaba cambiando...
- ¿Sí?
- Dime una cosa, en algún momento del tiempo, antes de que se desintegrara por completo, la correa original tenía una trabilla para pasar el sobrante de correa una vez aborchada ¿verdad?
- Sí claro. 
- ¡Mierd...! Vale, luego te llamo.

La trabilla... Hubiera sido mucho más fácil hacerla antes de colocar la hebilla, pero en fin...

Rebajas el cuero, lo biselas, le das forma con agua y dejándolo secar en su postura final.  Y como tienes que cerrarlo ya en su sitio, no puedes permitirte pegarlo y luego coserlo. Así que, lo primero, coses dejando la costura bien floja.


Y después aplicas la cola de contacto y aprietas la costura. Por supuesto, el nudo escondido entre las dos pasas de cuero.

Y, ahora sí... ¡Vaya, no tengo ninguna foto del reloj terminado!

- Oye, que ya está.
- Vale, guay.
- De guay nada. Me debes unas cañas. Y con una racioncita de algo rico.



Cuchillos modernos (para variar)

Los lectores habituales de mi otra página se acordarán de que, hace unos meses, un compañero de trabajo se puso a jugar con interesó por los trastos que yo llevaba a una recreación medieval.


No mucho más tarde, mi síndrome de Diógenes y yo le asaltamos sin el menor rubor para que nos trajera del pueblo desechos de herramientas de acero con los que poder hacer alguna cosilla en forja. Y, dicho y hecho...


Esta vez decidí dejarme de machadas, y usar la forja sólo para enderezar la pieza y bajar los filos. Mucho más fácil empezar con una pieza cortada ya con la forma general del cuchillo, la verdad. Así que un poco de radial y un poco de amoladora sobre una reja de arado de la foto de arriba, y la cosa ya parece... un infame hierraco oxidado, sí, lo sé.


Pero este hierraco oxidado fue objeto de las delicadas atenciones del martillo en la fragua que montamos en Portillo, más tarde recibió un primer desbastado en mi casa, y fue templado en agua (que es lo que tenía a mano) en Peracense; y por fin revenido durante media horita en el horno de casa, puesto a tope.
¡Y después de eso...! ¡Ah, después de eso! Pues sí, después de eso sigue pareciendo un hierro oxidado, para qué te voy a decir lo contrario.


Pero eso es sólo por la capa de escoria que le dejó la forja durante el templado, con un mínimo de lijado vuelve a quedar lisito y brillante (bueno... no, porque quería dejar un acabado brut de forge, sólo está bien lijada la zona del filo)

Si tenéis buen ojo, podéis ver que ahí ya estan cortadas las futuras cachas, hechas de una madera de olivo que me consiguió mi amigo Ferro i Foc. Lo cierto es que este cuchillo está hecho básicamente con materiales gorroneados, sí. De hecho, ahora que lo pienso, el carbón de las dos forjas donde lo trabajé tampoco era cosa mía, sino de los grupos que organizaban los eventos.

Lamentablemente, una de las cachas resultó tener un agujero más profundo de la cuenta y no me quedaba más olivo, así que tuve que repetirlas en madera de falso cerezo (justo, esa que también se llama "pelaburros", y que, por supuesto, también me consiguió Ferro i Foc). Aquí las tenéis, ya cortadas, junto con los separadores de cuero de becerro engrasado.


Como no soy precisamente el rey del rectificado, decidí emplear unos separadores de material un poco grueso, que absorbiera bien las irregularidades de la superficie. Estoy casi seguro de que en algún momento el maestro Germán Azote me dijo que eso tampoco era buena idea, pero tampoco consigo recordar por qué, así que ¡qué demonios!

El proceso para fijar las cachas ya lo explicaba aquí, así que tampoco me voy a extender demasiado. Lo primero, taladras el metal por donde irán los pasadores, poniendo el máximo cuidado en que el taladro sea bien perpendicular al eje del cuchillo (para eso, un taladro de columna es de enorme ayuda).


Usando esos agujeros como guía, taladras la madera de una de las cachas, y usas todo eso junto como guía para taladrar la otra; así los pasadores (en este caso de latón macizo de 4mm) entran bien, y las cachas quedan bien encajadas con la hoja.


Vaya, ahora que me fijo... qué caro me salió ese tornillo ¿no?

Y ahora, el paso que no debes olvidar jamás: lijar los hombros del mango hasta su acabado final, que una vez montado no podrás hacerlo sin marcar la hoja.


Y lo fijas todo con generosas cantidades de epoxi. La verdad es que no tengo yo dominado este paso, me quedan restos de epoxi en la superficie de los hombros que no soy capaz de eliminar. Esto tengo que depurarlo.


Jo, pues sí que eran caros los tornillos, sí. En fin, déjalo secar bien, y a darle forma al mango, con la combinación de lima, lijadora, papel de lija y pulimentos que más te guste.


Quería haberle puesto cera de carnauba, pero no encontré por mi zona. Entonces me acordé de que tenía por aquí un bote de cera renaissance, y le di un par de capas... En fin, sinceramente no se notan, apenas un pelín más de brillo después de mucho frotar; pero se supone que deberían proteger la madera bastante bien.

Pero, por supuesto, uno no ha terminado un cuchillo hasta que le ha hecho la vaina. Y, aunque este cuchillo casi parece más cebollero que de monte, habrá que hacerle una vaina digna.


Quería una vaina minimalista, con todo en una sola pieza (aparte de la costilla que protege la costura del filo, claro). Al principio experimenté con una tira para hacer un cierre, pero quedaba fatal y la quité.

Así que plastificamos el cuchillo bien plastificado para que no le afecte la humedad del cuero...


...y a dar forma a la vaquetilla negra bien empapada con la ayuda de unas piezas de madera y unas sargentas. El cuero ya teñido no pilla bien la forma, así que tienes que mojarlo bien y hacer estos despliegues; si fuera cuero sin teñir sería suficiente ir repasándolo con el dedo o con una plegadera estando sólo un poco húmedo.



Una vez tiene la forma correcta, seguramente tengas que repasarla un poco.


Pegas y coses la costilla, le das una buena lijada a todo el canto, un poco de cera negra, y lista la forma de la vaina. Un par de cortes son suficientes para formar una trabilla para el cinturón.


Y con un par de manitas de grasa de caballo ¡Ya tenemos vaina y cuchillo!




- Oiga, no es por fastidiar, pero ¿usted para qué quiere un cuchillo moderno de este estilo? Si usted lo que utiliza son artilugios del siglo XIII.

Pues también tiene usted razón, pero ¿sabe qué le digo? Que éste va a ser para el compañero que me trajo el acero, aunque sólo sea por las molestias (y para que me traiga más en futuras ocasiones)


Otra vez alforjas. Bueno, alforjas no, alforja. Sólo una.

De lo último que publiqué por aquí, era cómo fabricar unas alforjas desmontables para una custom.


Estos maletones están pensados para viajes con mucho equipaje, así que son un poquito... enormes, sí, justo, "enormes" es la palabra que buscaba.

Y no es que me queje de su casi ilimitada capacidad de carga, pero es que, cuando uno va en moto, la idea es ir en moto. Y con estos mostrencos en los costados, tengo el ancho de una furgoneta de reparto: la sola idea de colarse entre el tráfico con eso resulta ridícula.

Así que algo habrá que inventar para poder usar la moto cómodamente en el día a día, y sin tener que ir siempre cargando una mochila a la chepa.

Vamos a hacer otro par de alforjas desmontables, más pequeñas. Aunque... ¿Por qué hacer un par? Si es para llevar poca cosa ¿por qué no hacer sólo una? Total, así además me aseguro de que, de todas todas, esta vez sí que no toca nada con el tubo de escape. Que, por cierto, será la primera vez.

Pero ¿cómo fijar una única alforja? Si la engancho al mismo soporte que hice para los maletones, se irá desequilibrando. Y, además, ese soporte tampoco termina de gustarme: no deja de preocuparme que roce con el guardabarros y me marque la pintura.

Habrá que buscar algo más sólido, algo que, por ejemplo, se enganche directamente al soporte de las alforjas. Lo primero en lo que uno piensa es en un montón de correas de cuero, hebillas por todas partes, tal vez un par de bridas... uhmm... no, eso seguramente no funcione del todo bien. Me haría falta usar un cuero extrarígido, e incluso así se deformaría en un momento. Vamos a buscar alternativas. Alternativas sólidas. ¿Qué tal una plancha de aluminio (ligero ¡e inoxidable!) como base? Se podría construir una base de quita y pon, y luego fijar cualquier tipo de alforja sobre ella... ¡eh! ¡Esa idea mola!

En casi cualquier sitio podemos comprar una plancha de aluminio adecuada. Tiene que ser algo más grande que el soporte de las alforjas, y si tiene los típicos relieves en cuadrícula o de "palillos" será algo más resistente a curvarse accidentalmente.


Es más que recomendable desmontar el soporte para poder trabajar a gusto en una mesa, y que luego las cosas encajen con el mínimo de martillazos.

Lo primero, colocar los famosos ganchitos, a los que tanta propaganda hago, y todo sin que la tienda se digne hacerme la más ínfima rebajilla en mis ya numerosos pedidos.

Ojo: puede que los tornillos sobresalgan un poco más de la cuenta, lo bastante como para arañar demasiado el cuero. Para este tipo de problemas se inventó la sierra para metales: corta lo que sobra. Cuidado: cuando cortes un tornillo, asegúrate de ponerle antes una tuerca, para que la misma tuerca recoloque las rebabas del corte cuando la saques. Si lo cortas a pelo, y luego intentas ponerle una tuerca... jamás conseguirás que entre.


Hasta aquí era sencillo. Y ahora ¿cómo vamos a sujetar el extremo superior de la plancha? Le estuve dando muchas vueltas, y sopesando varias alternativas. Algunas incluían taladros y machos de roscar, otras complejas soldaduras y sofisticados remachados. Pasado un cierto punto de complejidad empecé a pensar en términos de 'manojo de bridas', pero tampoco era buena idea.

Y al final descubrí que lo que estaba pensando ya estaba inventado, y que se llamaba 'grillete'. Además, había otra pieza comercial llamada 'sujetacables' que serviría estupendamente para sujetar el grillete a la base metálica.


Se colocan de forma que los grilletes se sujeten sobre la parte superior de los soportes, y que las palomillas roscadas que los cierran sean accesibles desde la parte exterior de la alforja (ya bastante complicadas serán de poner y quitar como para que tengas que retorcerte para acceder a los tornillos)


Y con esto ya tenemos la base. Sólo nos queda redondear un poco las esquinas, pintarlo todo de negro para que no resalte demasiado sobre el cuero, e irse planteando qué tipo de alforja vas a montar sobre esto.


Eso que ves ahí son las piezas básicas para construir una alforja que no sé bien si llamar "de caballo" o "de fuelle". Digamos que es una especie de bolso de señora, pero a lo grande. En esta ocasión, fabricado de un cuero tirando a fino. Ejem... tirando a fino cuando hablamos de cuero para una alforja, claro: vacuno, de entre 1,5 y 2mm.

Eso sí, esta vez queremos que el cuero quede suave, flexible, y bastante resistente al agua. Y, para eso, nada mejor que un buen baño en aceite de pata de buey, que hace auténticas maravillas con el cuero.


La bolsa, en este tipo de alforja, es lo más sencillo del mundo: se cose todo carne contra carne, y arreando. Yo añadí un par de remachillos para darle un poco más de resistencia, pero tampoco es estrictamente necesario.


Esta bolsa se presenta a la base metálica, y se van haciendo taladros que, por ahora, sujetaremos con tornillos (más tarde ya colocaremos remaches). Aquí hay que tener dos cosas en cuenta:

- Coloca la bolsa de forma que quede, básicamente, colgando de la base metálica; es decir, el borde superior de la chapa más o menos junto al borde del cuero. No cometas el error de colocarla a la mitad, o el cuero se doblará más tarde.

- Calcula los taladros para que queden simétricos, y así luego te sirvan, además, para colocar las tiras que cerrarán la alforja.


La tapa irá sujeta a la misma plancha metálica, aprovechando esos mismos taladros. Para que quede bien, debe engancharse bastante abajo de la plancha, así que hay que hacerle unos taladros por los que pasarán los grilletes.


Para variar, rematamos el borde con tireta y punto español, sólo que esta vez, para variar, voy a usar tireta marrón. Y a engrasarlo todo.


Ya, ya sé lo que estás pensando: ese tipo de tapa ¿no va a dejar entrar un montón de lluvia por los lados? Pues la verdad es que sí, así que le colocaremos unas solapillas para cerrar un poco el hueco. ¡Ojo, que esta pieza no es sencilla! Por un lado, tiene que permitir abrir bien la tapa de la alforja. Y, por otro... eso de la alforja de fuelle significa que, cuando vaya medio vacía, la parte superior irá casi del todo cerrada; y, cuando vaya llena, el fuelle estará abierto del todo: las solapas deben proteger del agua en ambos casos.


Una vez cosidas las solapas, preparas las correas, y ya puedes ir remachándolo todo. Lógicamente, los remaches visibles tienen que ser de los bonitos, pero los que sujetan todo a la plancha de aluminio, lo suyo es que sean sólidos, así que ¡a saco con la remachadora!


Habrás visto que la parte de abajo de las correas de cierre, donde irán las hebillas, también van remachadas a la plancha de aluminio, y pasan por debajo de la bolsa. Ese es un detalle importante: estas alforjas están hechas de cuero flexible, así que es muy fácil la base se quede descolgada. Con las correas pasando por debajo, todo queda bien sujeto.

Y ya sólo queda... ¡Ponerla en su sitio!



Sólo un detallito más. Muchas motos custom tienden a vibrar un poco, y los tornillos de los grilletes no son precisamente algo que puedas apretar bien con la mano. Para evitar que se acaben soltando con la vibración, puede ser buena idea atarles unos alambritos que luego puedas sujetar a los soportes, para que así no puedan girar libremente.


¡Todo listo! Echamos dentro un mono de agua que ya no va a salir de ahí hasta que me pille el siguiente chubasco ¡Y a volar!







Esta entrada está dedicada a la memoria de Natalia, y a desear una rápida y completa recuperación a Pumuki.

¡SIEMPRE!



Cubrepuños: ande yo caliente...

Muy bien, vamos a hacer un pequeño experimento.

Hazte con una barra de metal, y enfríala. Hasta unos 0ºC, cinco grados arriba o abajo. Ahora sujétala con la mano. Ya, ya sé que está muy fría. Venga, te dejo que le envuelvas el extremo con una lámina de goma, y hasta que te pongas un guante bien gordo.

Vale, ahora sujétala enfrente del pecho. Sí, con el brazo lo bastante levantado para que al cabo de un rato no te circule demasiada sangre por la mano. Y ahora coloca la mano enfrente de una tobera que eche aire helado encima de esa mano. Como a 100 ó 120 km/h estará bien. ¡Ah! Y, de vez en cuando, riégate la mano con un poco de agua fría.

Aguanta ahí. Esto es lo que vas a sentir:

Al cabo de quince minutos, empezarás a sentir bastante frío en los dedos.

A la media hora, la mano te duele de frío. Bastante.

En un par de horas, habrás dejado de sentírtela. Los dedos se mueven cuando tus nervios les ordenan hacerlo, pero no tienes absolutamente ningún tacto. Mejor que lo dejes aquí, porque esto es la antesala de la congelación.

A este experimento algunos lo llamarán estupidez, o tal vez masoquismo. Y lo cierto es que tienen razón. Pero los que vamos en moto lo llamamos simplemente "conducir en invierno". Bueno, a veces también lo llamamos "¿por qué demonios no me habré venido en autobús?", y, con más frecuencia, "¡Mecag*** la ******, hace un frío de tres pares de *******, *****!"

Así que vamos a hacer algo para protegernos del frío. ¿Hacerte con unos guantes más gordos? No, al final acabas con las manos heladas igual. ¿Puños calentables? A menos que vengan de serie con la moto, son un incordio de trasto, y tienden a estropearse con la lluvia. Sólo hay una cosa universalmente reconocida como la única solución al frío en las manos: unos cubrepuños.

¡Ah! Y también están universalmente reconocidos como el accesorio más feo que se le puede llegar a poner a una moto. Feos, pero feos de narices.

Hace muchos años y dos o tres motos, me compré unos de estos para usarlos en la Vulcan 800 que tenía por entonces. Fue un error.

Los cubrepuños comerciales tienden a ser pequeños y estrechujos. Sí, mucho borrego por dentro, mucha cordura, y mucha historia, pero pequeños y estrechujos. Así que acabas con la mano medio inmovilizada por el cubrepuño, con lo que circula aún menos sangre y se te queda helada igual. Por no mencionar que te rozas y tienes que hacer fuerza tontamente cada vez que quieres accionar una maneta. Ah, y lo más divertido de todo: cada vez que cortas gas, todo el cubrepuños se mueve... y apaga el interruptor de encendido. ¿Sabes el susto que da que se pare el motor según vas a entrar en la curva bajo esa intensa lluvia?

Yo quería algo bastante más grande y holgado; algo en lo que poder mover la mano con libertad. Incluso pensé en hacer sólo un quitavientos de metal, pero al final me decidí por el cuero, y por hacer unos cubrepuños realmente grandes.

Es posible que incluso me haya pasado un poco, la verdad. Estos trastos son muy grandes.

¿He dicho ya que los cubrepuños son un accesorio tremendamente feo?

En fin, al grano. Lo primero es hacer una plantilla de cartulina con la forma básica del cubrepuños (vas a necesitar ayuda para hacer esto) Como puedes ver en la foto, hay una ranura por la que pasará el espejo. ¡Ojo! Por lo general, los dos puños no son del todo simétricos, tenlo en cuenta.


Preparas las tapas superior e inferior, mejor en cuero que no sea demasiado grueso, que no quieres que estos trastos te estorben. Y cuidado: asegúrate de dejar bastante holgura en la zona de las costuras. Vamos a darle la vuelta después de coserlo, así que deja cosa de centímetro y medio de más para que el cuero pueda curvarse.

Estas dos piezas irán unidas por una tira de cuero más grueso, que es la que hará de cortavientos, y en la que hay una también una ranura, en este caso para encajarlo en el manillar y en el cableado, más o menos como puedes ver en la fot... espera ¿y la foto? ¡Leches, no le hice fotos a estas piezas antes de coserlas! Bueno, aquí .puedes ver extremo que se encaja en el manillar, el resto de la pieza no es más que un largo rectángulo. Fíjate.también en el ensanche de la zona de la costura.


En el otro extremo vamos a tener que hacer algo para que el cubrepuños quede fijo al manillar, y no acabe apoyándose en tu mano. Podrías atornillarlo junto con el contrapeso del manillar, pero ya nos conocemos: que si ya lo quito mañana, que si hoy se me ha olvidado el destornillador, que si hoy no, que voy con mucha prisa... Total, a mitad de verano, y con los cubrepuños todavía puestos.

Así que vamos a hacer algo más sencillo de quitar y poner. Vamos a fijarlo con imanes. Con unos señores imanes, eso sí. De estos. (Cuidadín al manejar imanes de neodimio, que cuando saltan a pegarse a algo dan un señor golpe)

Para sujetarlos en su sitio, los cubrimos con una tapa de cuero que pegaremos y coseremos por la parte exterior del cortavientos. Y, ya puestos, cosemos otra pieza con un agujero por la parte interior, para ayudar a que no se deslice sobre el manillar.


Y a coserlo todo junto. Vamos a coserlo del revés, dejando la carne fuera, cosiendo flor contra flor. Empieza la costura por la esquina, donde se doblará para encajarse en el manillar, y sigue de ahí hacia los extremos (que si no, no encajará nada)


Cuidado con la tapa inferior: en la zona del manillar no hay que coserla, que por ahí tienen que pasar cables.

Una vez cosido por completo, yo aproveché para teñir lo que más tarde será el interior del cubrepuños, que la tira cortavientos aún estaba sin teñir. Para una cosa así, el tinte en aerosol va estupendamente.


Una vez bien seco el tinte, podemos dar la vuelta a toda la pieza. Mojamos bien las costuras para darles un poco de flexibilidad, y le damos la vuelta a todo como si fuera un calcetín.


Recortamos el cuero que sobre (que de alguna parte sobrará) y teñimos el exterior. Yo rematé el borde con tireta, para que vaya a juego con las alforjas que hice en su momento para la misma moto. En ese caso, es mejor que primero hagas los taladros para la tireta y que tiñas después.


Y con esto ya tenemos lo más gordo hecho. La verdad es que son feos, pero que muy feos ¿verdad?


Ya sólo nos queda el cierre. Del mismo cuero, irán remachados en la parte superior, y se irán pegando con velcro hasta envolver todo la parte interior. Tienen que dejar los huecos lo mejor cubiertos que puedas, y apoyarse en el manillar y el espejo para que todo el conjunto no se mueva.

Puedes hacerlos para que la boca del cubrepuños quede más cerrada, si quieres, pero yo quería asegurarme de que podía mover los pulgares sobre los controles sin obstáculos, así que la cosa va bastante amplia. ¡Ojo con la asimetría!


Lo ideal es usar velcro ancho, del de pegar. No porque el pegado sobre el cuero aguante gran cosa, pero al menos se sujeta lo bastante como para que se esté quieto mientras lo coses.


Ya sólo falta remachar los cierres y, muy importante, darle a todo una generosísima capa de grasa de caballo para que se mantengan bien impermeables.


Madre mía, pero qué cosas más feas.

¡Muy feas!

¡Feísimas!

Eso sí, las terminé justo a tiempo para la semana en que por fin llegó el invierno con un poco de poderío. ¡Y no veas qué diferencia! Hace unas semanas, cuando empezamos a tener algún día realmente fresco, me tenía que parar a medio camino al trabajo para meter las manos en el motor y recuperar un poco de calorcito; y una vez llegaba me iba corriendo a por un café, no para tomármelo, sino para sujetarlo un rato con las dos manos. A lo largo de la última semana, que ha hecho un frío considerable... tan pancho. Las rodillas frías, los pies fríos, pero las manos... como recién sacadas de los bolsillos después de un paseo en primavera.