Como todo el cuerpo de las alforjas está basado en curvas más o menos suaves, vamos a romper un poco el estilo, haciendo unos cierres angulosos.
Siempre puedes dejar las correas tal cual, pero con algo tan simple como ponerlas a remojo y repasarles un fileteado con la ruleta, el acabado mejorará ostensiblemente.
Para remachar las tiras al cuerpo de las alforjas, lo primero es marcar y taladrar los puntos de las tiras en los que irán los remaches.
Por si no os habíais dado cuenta, estoy empleando remaches de dos piezas, de los que cada mitad va por un lado y se aplastan juntas a martillazos. Usando estos remaches, lo más fácil es colocar la cabeza (del remache, no la tuya) sobre el cuero, y apretar un poco para marcar su posición.
A la hora de colocar las hebillas, he estrenado un juguetito fantástico que encargué a Curtidos Lasa, un sacabocados de herida que permite hacer unas ranuras perfectas sin acabar de los nervios haciendo chapuzas con un cutter.
Se colocan las hebillas...
...se taladran las tiras, se presentan a la alforja, se marca con un punzón los puntos en los que taladrar para los remaches...
...y, ejem, ejem,... se corta el pico de las tiras de las hebillas cuando uno se da cuenta de que se ha pasado de listo, y de que no caben en la alforja.
Y alguno se preguntará ¿y dónde narices apoyo el interior de las alforjas para darle al sacabocados, o para cerrar remaches con el martillo? Y la respuesta es: improvisa, chaval. Con un buen tablón y una sargenta, por ejemplo.
Así que unos pocos martillazos, unos remachillos por aquí, unos remachillos por acá, y... ¡tachán!
Pero ¡no cantemos victoria tan pronto! Aún nos queda mucho por hacer. Para empezar, preparar unos refuerzos que nos ayudarán a darle algo más de resistencia cuando las coloquemos en la moto.
Refuerzos que usaremos de guía para taladrar la parte trasera de las alforjas, donde fijaremos más adelante la tira de cuero que une las dos maletas.
Y hablando de sujetar las alforjas: si no queremos que se pongan a flambear a lo loco, habrá que fijarlas a su soporte con unas correas más finas; que por el momento dejaremos sueltas, a la espera de poder marcar con exactitud el punto de unión una vez presentadas las alforjas a la moto.
¡Eh! ¡Qué magníficas tiras, qué bien cortadas están! Pues sí, sí que lo están. Cortesía de otro juguetito de Curtidos Lasa.
Si has llegado hasta aquí, te habrás dado cuenta de que el cuero, de tanto mojarlo y sobetearlo, está rígido y reseco. Así que, nada mejor que el casi mágico aceite de pata de buey; y a dejar secar con calma mientras lo absorbe.
Y ya sólo queda colocarlas en la moto.
- ¡Cuñao! ¡Oye! Que ya tengo las alforjas listas. Sí. ¿Cómo? Sí, vale, este sábado, vale. Tu invitas ¿no? Vale, allí estaremos.
A la hora de colocar unas alforjas, lo primero es poner los oportunos soportes (que son básicamente unos tubos metálicos doblados en "U") para que las alforjas no se acaben metiendo en la rueda trasera. En casi cualquier custom grande puede hacerlo uno mismo sin complicación; en una moto pequeña puedes tener problemas. Si hay que sujetar una tuerca por dentro del guardabarros y no te cabe la mano por el hueco, puede ser necesario aflojar la rueda; y eso no debes intentarlo si no sabes bien lo que haces.
Seguimos cortando una tira gruesa que una las dos alforjas. Es importante marcar bien la posición de las alforjas sobre esta tira, para que queden bien rectas. Y es que acabar todo este trabajo con unas alforjas estrábicas sería una auténtica lástima.
Nos falta remachar esta tira a las alforjas, colocando por la parte de dentro de la alforja los refuerzos rectangulares que hicimos antes. ¡Ojo! Eso son tres capas de cuero, no dos: estos remaches son algo más grandes que el resto de los que hemos estado empleando.
¡Ah, sí! Ahí también puede verse remachada la pequeña tira que sujetará la alforja a su soporte para que no vaya meneándose una vez en marcha.
¿He dicho en marcha? ¡Vale! ¡Vámonos a dar una vuelta, sobrino!