Y, cuando finalmente vuelves a la ciudad, te echas hacia delante con un gruñido y, de un par de patadas, subes las estriberas para estrechar tu vehículo un par de palmos y tener cierta posibilidad de moverte entre el denso tráfico urbano. Que, teniendo en cuenta que vas sobre trescientos kilos de hierro del mismo ancho que media furgoneta, tampoco es fácil ni en el mejor de los casos.
Por fin pillas el ritmo entre los atascados carriles de acceso a la ciudad, y algo llama tu atención. Esa estribera izquierda ¿qué hace descolgándose? Como termine de bajarse, se acabará enganchando en un coche, y no sólo te vas a cantar una leche de lo más tonta, sino que la culpa va a ser, indudablemente, tuya.
Patada para arriba a la estribera.
Mierda, otra vez descolgándose. Patada para arriba.
Patada para arriba.
Patada para arriba.
Leñe, paro en esa gasolinera y la aprieto, que me tiene harto.
Bien, ya no se menea. Me va a costar bajarla y subirla con los pies, pero bueno, hasta la próxima salida, no pasa nada porque se quede levantada. Espera. En serio, no puede ser. ¿De verdad que ahora se está descolgando la derecha?
Resumiendo, tú lo que quieres es que la estribera se quede así:
y lo que en realidad suele acabar pasando es esto:
Dice la leyenda (y la página del fabricante) que tienes que apretarlas lo justo para que se mantengan en su sitio a la par que puedes subirlas y bajarlas con suavidad.
Y una leche. Eso no pasa. Nunca.
Uno podría asumir el fracaso y pasar de las estriberas, pero al final, con los calambres en las piernas de no poder ir cambiando de postura cada cien o doscientos kilómetros, te sientes obligado a luchar por lo que quieres.
Entre patada para arriba y patada para arriba, se te acaban ocurriendo las ideas más alocadas, incluyendo cierres con velcro, arandelas de cuero con un coeficiente de rozamiento más elevado que las de metal, imanes de neodimio, o hacer peregrinas adaptaciones para ajustar un resorte que sabes de sobra que no cabe ahí.
Espera... arandelas y resortes... ¿dónde has visto esas dos palabras juntas?
¡Ya lo sé! Las en-realidad-no-demasiado-famosas arandelas belleville! Arandelas hechas de acero elástico para mantener la tensión del ajuste. Sólo eso ya parece una buena solución, pero si las hubiera que pudieran mantener la tensión en una dirección específica, ya sería la leche.
¿A nadie se le ha ocurrido algo así? Seguro que alguien ha pensado algo parecido. Vámonos a Google, y busquemos
Exacto: arandelas de acero elástico con curvatura cilíndrica (no cónica como las belleville) y un lado recto para poder mantenerlas en posición, justo lo que estábamos buscando. Ahora sólo falta integrarlas, de alguna manera, en el soporte de las estriberas.
Hacer hueco para las arandelas va a requerir trabajar un poco los soportes. Muy bien, cuidado aquí: liarse a lijar y eliminar ese bonito cromado puede dejar al descubierto el muy oxidable hierraco del soporte, así que más te vale saber de seguro que el material de debajo va a resistir la oxidación. ¿Cómo saberlo? Bueno, más o menos afortunadamente, yo tenía unas estriberas idénticas a las mías que, casualmente, se lijaron hace ya unos meses contra el asfalto (junto con unas cuantas piezas más de mi moto, de mi ropa y de mi cuerpo), así que he podido comprobar que no están hechas de material oxidable. Qué suerte la mía ¿verdad?
Ya que tengo estriberas de sobra, voy a aprovechar para hacer una prueba de concepto con ellas antes de ponerme a limar las nuevas, no vayamos a liarla. Así que al tajo. Lo primero, desmontamos todo lo desmontable, por aquello de no trabajar con todo el mazacote.
Vaya, así visto, el rasponazo impresiona más. Me falta como medio centímetro de esquina de lo que aparentemente es acero inox, no está nada mal.
Las arandelas son un poco más grandes que el soporte, pero eso no se va a notar. Lo importante es que hará falta hacer un rebaje de pelín menos de un milímetro, con un borde recto para que se apoyen y no giren.
El tornillo de mis estriberas es bastante más fino que el hueco de estas arandelas, así que hay que tener cuidado con la distancia a la que hacer el rebaje. ¿Cuál es esa distancia? Pues justo lo necesario para que la arandela apoye en el tornillo y en el rebaje a la vez. Bueno, con un pelín de holgura para que pueda flexar, pero tranquilo, tú lima a la distancia justa, y la torpeza manejando la lima a mano ya se encargará de la holgura.
Aunque tampoco te dejes llevar: empieza con una lima pequeña para marcar el escalón con cierta precisión (yo utilicé una de cola de ratón triangular)
Una vez marcado el escalón, ya puedes pasarte a una lima un poco más basta para completar el rebaje. Y, por si no lo sabes, hacer esto sujetando la pieza con la mano es una locura, fíjala con una mordaza a un banco de trabajo, o no acabarás nunca.
Lo cierto es que, para qué nos vamos a engañar, no hay nada como la satisfacción del trabajo duro realizado con herramientas manuales. El contacto directo con el material de la pieza, controlando cada pasada de la herramienta. Obtener, con paciencia y esfuerzo, el resultado buscado. Bueno, o si eso, ya, tal...
Presentamos la arandela y... ¡eh, esto tiene buena pinta!
Lo siguiente es encajar la otra pieza del soporte y verificar que has profundizado lo bastante. Y... vaya, no, no encaja. Pero limar mucho más da un poco de yuyu, no vaya a ser que acabes acercándote demasiado al hueco roscado del tornillo que sujeta toda la estribera. ¡Espera! de haberlas tenido que apretar a lo bestia tantas veces, las aletas de la otra pieza están un tanto deformadas hacia dentro. Habrá que separarlas un poco.
Con herramientas de precisión, claro.
Un martillo de peña ejerciendo de cuña, un golpe suave (*cof, cof*) con una maza, y ¡voilà! holgura instantánea. El objetivo es que, haciendo un poco de fuerza, todo encaje lo bastante como para poder meterle el tornillo, a las malas, si no tienes una herramienta adecuada, puedes hacerlo hasta con un canto rodado. (Cielos, todo esto, dicho en inglés, tendría un doble sentido de importancia)
Una vez logrado, falta lo más importante. Tenemos una arandela que va a hacer fuerza sobre una curva cilíndrica, y tenemos otra pieza que queremos que se mantenga en una posición concreta sobre esa arandela. ¿Qué podemos hacer?
Sí, en efecto. Coger la herramienta con la más elevada relación decibelios/tamaño que tenemos en casa: la Dremel. Y atormentar a los vecinos con sus estridentes chirridos. ¡MWAHAHAHAA!
¿Que por qué no he preparado el rebaje completamente alineado con el eje de la estribera? Fácil, porque, cuando estén levantadas, no quiero que estén completamente verticales, sino un poco echadas hacia dentro. Mira las primeras fotos de la entrada, anda.
Sí, sí, ya lo sé: he limado una curva demasiado estrecha y demasiado profunda; así que no se ajusta a la arandela. Lo corregiré en las piezas definitivas, esto, por el momento, es una prueba de concepto. Pero oye, ¡parece que aguanta en su sitio, y que una vez abierto, desliza suavemente!
¿Qué nos queda? Bueno, pues, en realidad, todo el trabajo; que esto era sólo una prueba con piezas a desechar. Ahora hay que hacer lo mismo con las estriberas nuevas, eso sí, no con una arandela por estribera, sino con dos ¡una por cada lado! Colocarlas en la moto, apretarlo todo bien apretado, y a ver qué pasa.
A primera vista, te da la impresión de que se van a descolgar a la primera vibración. Cuando las mueves con el pie, van bastante suaves, incluso saliendo de la posición vertical. Y suben igual de bien (jurovós que, en alguna ocasión del pasado, me ha dado un tirón en la ingle de la fuerza que tenía que hacer en la famosa "patada para arriba"). Así que ¿ha sido un fracaso? ¿Ha quedado todo blandengue, y las estriberas se van a descolgar con mirarlas mal?
Pues lo cierto es que parece que no. Por el momento las he probado poco (unos 50km), pero han ido de vicio. Las he bajado y subido varias veces para asegurarme de que pillaban todas las holguras posibles, y con ellas arriba he alternado diferentes tipos de suelos, vías y velocidades. He pasado de vía de adoquines a asfalto de autopista; de tráfico urbano a curvas cerradas, de ir despacio con el motor reteniendo a tirar de gas a velocidades en autopista que no me hubiera gustado tener que explicar a la Guardia Civil. Y oye, ahí están, quietecitas en su sitio, sin hacer el más mínimo amago de descolgarse.
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