Alforjas desmontables (2): Montando las alforjas reidio chou.

[Antes de leer esta entrada, tal vez debieras ver esta peli]


Sí, sí, sí: bienvenido a la R.A.F.P., tu emisora de rock & roll. No pierdas la sintonía, porque hoy vamos a seguir con nuestro especial de música y DIY. Rock & motos, rock & alforjas, rock & roll. Ooga chaka, ooga chaka, amigo radioyente.


Acabamos de escuchar "Enganchado a un sentimiento", enganchado, enganchado firmemente, enganchado como deben estarlo unas alforjas a su soporte, enganchadas porque no queremos que las alforjas bailen. Y es que aquí sólo debéis bailar tu nena y tú; siempre, siempre, siempre, con la música de la R.A.F.P.

Y para acabar realmente enganchado, nada como los estupendos ganchos que puedes comprar en la tienda H.A.C., la tienda que te provee de todo lo que necesitas para ser el jinete de las carreteras, igual que ahora eres el jinete de las ondas escuchando la R.A.F.P., tu emisora de rock & roll.

Pero no dejes que desde la R.A.F.P. limitemos tus ansias de libertad. Busca siempre la libertad, y busca siempre cómo ahorrar dinero. Porque otras tiendas te ofrecen el mismo producto más barato; aunque en la R.A.F.P. no hemos conseguido que acepten nuestra tarjeta de crédito. Pero eso no va a quitarnos las ganas de seguir ofreciéndote el mejor rock & roll.

Enganchado a un sentimiento, sí, y con estos ganchos, no tendrás más que presentar las alforjas a sus soportes y marcar dónde van los tornillos que los sujetan. No tiene misterio, no tiene problema, pero sí tiene ritmo, sí tiene encanto. Tanto ritmo y tanto encanto como nuestro siguiente éxito:


Ah, la rubita Blondie colgada del teléfono. Debby, Debby, tú sí que me tienes colgado, Debby. Y para colgar unas alforjas, ya sabes que tienes que usar una tira de cuero que va por debajo del asiento.

Y si tu asiento se apoya en varios puntos del guardabarros de tu moto, no dejes que eso te detenga. Y aunque no seas monárquico, dale marcha con una sierra de corona, y no te olvides de rematar la faena con un buen matacantos. Oh, yeah!


Ay, Debby, colgada del teléfono, quién estuviera al otro lado. Porque siempre hay alguien al otro lado, aunque a veces no sea más que un idiota con unas solapas demasiado grandes.


Pero basta de escuchame a mí; tú no has sintonizado la R.A.F.P. para escuchar mi voz, tú tienes la R.A.F.P. grabada a fuego en tu dial para poder escuchar el mejor rock & roll. Y aquí estoy yo para traértelo. Escucha y flipa, escucha y muévete, escucha y baila, baila hasta que no puedas más.


Oh, sí, sí: los mismísimos Quién versionando el clasico de Los Más Notas. Retuércete, nena, retuércete y grita, grita y retuércete, porque la forma de colgar las alforjas consiste precisamente en que retuerzas el cierre, un cierre de torniquete.


No pares de retorcelo, nena, retuércelo y remáchalo, porque no queremos que esto se caiga. Vamos, nena hazlo como tú ya sabes.


Y cuando esta noche salgas a fundir la ciudad, no te olvides de llevar protección, es un consejo que te da la R.A.F.P. La protección es importante, no queremos que pase nada raro, como que se arañe la chapa de tu moto.


Y es que, nena, todos se van a volver locos al ver a una hembra como tú. Una hembra como la parte hembra del cierre de torniquete, que vamos a colocar en las solapas de cuero que hemos remachado a las alforjas. Y lo vamos a hacer sin contemplaciones, a golpes de martillo.


Estás escuchando la R.A.F.P., la mejor música para ti, el mejor rock & roll, y los mejores soportes para alforjas.


Así es como nos lo montamos en la R.A.F.P., con clase, con estilo, y con un soporte hecho a medida.


Ah, nena, te has retorcido como una posesa, pero aún no has gritado. Y en la R.A.F.P. queremos que grites, y sabemos cómo hacerlo. Porque en la R.A.F.P. montamos en nuestra moto y nos fuimos a buscar la acción, y encontramos la acción. Y la acción era un bolardo en el que rozó levemente una de las alforjas recién puestas, y la alforja se cayó al suelo, con los cierres de torniquete limpiamente segados.

Shout, baby, shout. Y no dejes de gritar, porque este cierre mola, pero no aguanta nada. Y cuando dejes de gritar, sigue escuchando la R.A.F.P., donde siempre te ofrecemos el mejor rock & roll.


Ah, la puerta verde ¿qué habrá tras esa puerta verde? No lo sabemos, y solo lo sabremos si podemos romper el candado que la mantiene cerrada. Ese candado tan especial que cuelga de su portacandados bien sólidos.

Vamos, vamos, vamos, radioyente; tira ya a la basura esos cierres de torniquete y sustitúyelos por unos portacandados.

Y asegúrate de que caben bastante justos en los ojales de las solapas, porque si no las alforjas bailarán. Y aquí sólo tú puedes bailar; no pares de bailar, y no pares hasta encontrar unos candados que te gusten.


Vamos, vamos, vamos, que siga la marcha, radioyente; que no pare el rock & roll. Ya no tienes excusa, coge tus maletas, monta tu moto, y cabalga hacia el horizonte.



Y hasta aquí llega nuestro programa de hoy, pero pronto volveremos con más música para ti, así que no pierdas la sintonía, tu sintonía, la sintonía de la R.A.F.P., tu emisora de rock & roll.


Alforjas desmontables (1): Maletones.

Ya lo he contado en prosa, y hasta en verso, así que vamos deprisita, que hace calor.

Burra Alforja grande, ande o no ande; que luego nos vamos de viaje y hay que guardar muchas cositas. Lo primero, comprobar el hueco disponible.


No te fíes de la cinta métrica, saca un buen calco de todo lo que pueda interponerse.


Con eso ya puedes dibujar el perfil de las alforjas. No te olvides de dejar buenos márgenes de seguridad, que luego todo son problemas: que si el paquete se queja de que se da con las alforjas, que si el cuero se quema porque acaba apoyado sobre el tubo de escape, que si estás a punto de arrancar los intermitentes...

Y, cuando hayas dejado la holgura que creas necesaria, deja un poco más ¿vale? Sobre todo por la parte inferior, que luego da de sí con el peso.

- ¿Como cuánto de holgura?

Pues no lo sé.

- ¿Cómo que no lo sabe?

Como que no lo sé. Creo que todas las alforjas que he fabricado, con el tiempo han acabado tocando el tubo de escape, incluidas las que estoy contando ahora. Échale que unos diez centímetros, pero no prometo nada.



A partir de esa forma básica, el resto ya es pan comido. Prepara los patrones de todas las piezas, teniendo un par de cosas en cuenta:

- La tapa es un poco más ancha que la "caja" en sí (si no, evidentemente, no cerrará). Dale de sobra al menos dos veces la anchura del cuero, más medio centímetro de holgura, por lo menos.

- El lateral exterior es un poco más pequeño que el lateral interior (esto es una consecuencia de la forma en que lo coseremos, tienes el detalle aquí). Si reduces medio centímetro por todo el perímetro, será más que suficiente.



Verás que la forma del patrón es muy distinta a la de otras alforjas que he hecho antes. En este caso, la tapa va a ser una pieza independiente, que irá cosida al lateral interior de la maleta. Asegúrate de dejar holgura de sobra para esa costura: ya sabes que más vale que luego desperdicies un poco de cuero a que luego tengas que cortar toda la pieza de cero. ¡Ah! Y la tapa, que también sea ancha de sobra.

Empiezas (por ejemplo) preparando la costura en el lateral de la tapa.


Y, la pieza alargada de la tapa, como siempre: la humedeces para que curve bien, y la vas fijando con costura de guarnicionero, empezando por un extremo y taladrando según coses. En este caso, la flor de de la pieza alargada se une a la carne de la pieza lateral.


Y una vez cosido, lo dejas secar en la que será su posición definitiva.


Parece que la cosa va tomando forma ¿no?


Vamos a dejar aparcadas un rato las tapas, y nos ponemos con el cuerpo de las maletas. No tiene mucho más misterio que el de las anteriores que he hecho, aparte de que la forma es más redondeada.


La tira central se cose primero flor con carne con el lateral exterior; por supuesto, en húmedo para que curve bien. Es importante dejarlo secar con el lateral exterior bien plano, que si no quedará bastante feo.



Una vez seco, humedeces un poco el nuevo borde a coser, y coses el lateral interior carne con carne.


(Sí, ese borde ya está lijado y encerado. Esos pasos ya los he contado mil veces, así que me los estoy saltando)

Habíamos dicho que el lateral interior iba a hacer de bisagra de la tapa. Dejamos una cierta holgura respecto a la forma de la tapa exterior (un par de centímetros), y a cortar.


Humedecemos ese borde...


...y cosemos la tapa, flor con carne. ¡No te pases cosiendo, deja espacio para que el cuero se doble y permita abrir la tapa!


Para terminar la tapa, cortas el cuero que ha sobrado de la tira alargada, y preparas los taladros para luego rematar con tireta.


- Así que rematamos y...

Espera, espera. Antes de ponernos a rematar, aún nos queda un poco de trabajo estructural. Ya antes conté cómo dar un poco de rigidez a unas alforjas añadiéndoles unas pletinas de acero. Pues esta vez no nos vamos a andar con chiquitas: directamente todo el borde de las alforjas irá reforzado con pletina de acero de 3mm.


- Jo, menuda chapuza de soldadura ha hecho ahí ¿no?

Sí, ya lo sé, soy un desastre soldando. Pero el caso es que aguanta, qué narices. Y por cierto, que este tipo de soportes hacen un papel de defensas nada desdeñable si se te va la moto al suelo.

Estas pletinas las pintamos con pintura antióxido, y las fijamos al cuero con remaches bonitos. Ojo, no fijes todavía el lateral interior. Del lateral interior... ya hablaremos en la próxima entrada.


- ¿Qué es ese cacho de hierro oxidado que está ensuciando y arañando sus alforjas nuevas?

Grumpff... Hay que jod****, qué tocapel**** está hoy el tipo que escribe en azul. Eso es lo que usé como tas para remachar. Lo sujetas por dentro, bien pegado al otro lado del remache, y matilleas desde fuera.

Una vez colocada la pletina, ya podemos rematar la tapa y colocar los cierres. No hay nada nuevo que explicar al respecto.


- Dice que "nada nuevo que explicar"; que "esto es igual que en entradas anteriores"... No sé ¿de verdad que merecía la pena escribir un tutorial para explicar lo mismo, otra vez?

¡Ah, eso es cierto! Hasta aquí todo ha sido más o menos como en anteriores alforjas, sólo ha cambiado un poco la forma de la tapa y algunos detallitos menores. Pero fíjate otra vez en el título de la entrada. "Desmontables". La idea es que estas alforjas puedan soltarse de la moto sin tener que desmantelar media burra, y llevarse cómodamente como si fueran unas vulgares y normaluchas maletas.

- Vaya. ¿Y qué hace falta para eso?

Pues, lo primero, lo primero ¡un asa para poder agarrarlas!

Lo más simple para hacerle un asa a unas alforjas es preparar una tira larga de cuero que deslice sobre unas trabillas, pero que no pueda salirse.


Así puedes dejarla plana sobre la tapa, o tirar de ella y que quede un asa manejable.


- No, si eso de las asas está muy bien, pero ¿y lo complicado? ¿Cómo se fijan estas maletas a la moto?

¡Ah! ¡Me temo que eso no lo veremos hasta futuras entradas!

Almas mercenarias y cuchillos de desollar

¡Por fin estreno mi alma mercenaria en una pieza que no sea bricomedieval!

Todo empezó con una conversación más o menos así:

- Oye, Axil, tengo una hoja de cuchillo enteriza de acero damasco. ¿Le podrías poner unas cachas y hacerle una vaina?

- Sí, claro; en cuanto aprenda cómo fijar unas cachas a un cuchillo, que no tengo ni repajolera idea de cómo hacerlo...

- Vale, genial. ¿Cómo quedamos para darte la hoja y que te pongas manos a la obra?

Como podéis ver, el cliente no destacaba por su prudencia, pero ante semejante exhibición de inconsciente arrojo, no podía menos que intentar no defraudarle.

Afortunadamente, unos días más tarde había por aquí cerca una feria de cuchillería artesana, y tuve ocasión de interrogar al respecto al maestro Germán Gregorio (que aprovechó para leerme la cartilla -merecidamente- sobre la chapuza de encabado que hice en mi anterior cuchillo). Coincidí también por allí con Juan Antonio Suárez "Meleagant", viejo conocido del foro de la AEEA, al que aún no había tenido ocasión de conocer en persona, y que también me dio valiosos consejos.

Y, por supuesto, qué decir del magnífico libro que le compré a César Bozal (¿por qué narices no le pedí que me lo firmara?). Resumiendo: si vas a hacer tu primer cuchillo, este libro es imprescindible.

Así que aquí estoy, con una misión que cumplir, y con una hoja de forma extrañísima en mis manos.


Sí, la forma del mango es un tanto rara. En su parte más estrecha, apenas llega a los dos centímetros de ancho. Dado que se engrosa en la base, parece expresamente pensada para cortar tirando del cuchillo hacia ti. Según me ha dicho el cliente (yo de eso no entiendo ni chufa) eso lo convierte en un buen cuchillo para desollar.

Por supuesto, yo estaba olvidándome a toda prisa de los sabios consejos que me habían dado mis mayores en la feria de artesanía.

Pero de algo me acordaba. Me dijo Germán: no improvises sobre la marcha como haces siempre, dibuja antes lo que quieres conseguir. Lo hice, y el resultado final ¡hasta resultó ser vagamente similar a mi intención inicial, oyes!

El primer paso para poner una cachas a un cuchillo es tener material con el que hacerlas. Y eso, cuando vives en Madrid, no te creas que es tan fácil de conseguir.

Afortunadamente, mi amigo de Ferro i Foc me envió una jartá de retalillos de madera, de los cuales escogí uno de falso cerezo, también conocido por nombres tan molones como escuernacabra, matacán, palohierro, vara sangrienta, pichasangre o pelaburros.

Me encanta lo de "pelaburros".


Se supone que, en un cuchillo enterizo, has lijado el mango de hierro hasta crear una superficie recta (ejem... algún rectificado hubo que hacer, la hoja no era demasiado regular), y por tanto lo suyo es cortar las cachas de una plancha plana para que encaje bien. Dibujas el contorno, cortas y arreand... no. Mal.

Dibujas el contorno, y cortas dejando cuatro o cinco milímetros de margen que ya lijarás más tarde. No cortes ajustado ahora, o te arrepentirás más tarde.



Ni siquiera en el mejor de los casos la hoja es tan, tan, tan lisa como pudiera parecer. La madera no va a ajustar con total precisión, así que es buena cosa colocar un separador que amortigüe un poco. Por ejemplo, de fibra vulcanizada. Lo que se llama plástico recortado de una carpeta del todo-a-un-euro, vamos.


Para sujetar las cachas, voy a utilizar tres remaches huecos de latón. No, no te asustes, no son tan difíciles de encontrar. En casi cualquier sitio puedes encontrar tubo fino de latón. Sólo tienes que cortar unos trocitos de unos pocos centímetros (que sobre, siempre que sobre).


El taladro para colocar los remaches debe ser tan preciso como puedas conseguir. Ayuda emplear un soporte de columna. Empiezas taladrando el metal, bien perpendicular al eje de la hoja.


Usando esos taladros como guía, taladras la madera y los separadores. Primero un lado, y luego el otro.


Para que todo ajuste bien, vas presentando los remaches en los agujeros, para que sujeten en su sitio la madera, antes de hacer el siguiente taladro.


Y ahora viene uno de los pasos más importantes: antes de montar las cachas, tienes que lijar y pulir los extremos que dan a la hoja. No tengo nada claro cómo se llama formalmente a esta parte de las cachas. ¿Los "hombros", por ejemplo?


Y es que, más tarde, no vas a poder acceder a esa zona sin marcar la hoja, así que tienes que dejarla completamente terminada ahora. Sigues el procedimiento habitual: papel de lija cada vez más fino, hasta acabar con la pasta de pulir.


Vale, ahora ya puedes montar todo el conjunto, pegándolo con generosas cantidades de pegamento epoxídico. ¿Cómo que no sabes lo que es eso? De ése de dos componentes que tienes que mezclar antes. Y lo dejas secar un día entero, bien apretado.


¡Ojo! Limpia inmediatamente la resina que haya manchado la hoja, que una vez seca será mucho más difícil.

Cuando esté todo seco, empiezas por cortar los remaches a ras de la madera, que lijarlos cuando sobresalen sólo sirve para gastar lija tontamente.

Y ahora viene lo divertido: levantar nubes y nubes de serrín. ¡A la lijadora!


Y sigues lijando...


Y lijando con grano cada vez más fino...


Hasta que terminamos por pulirlo. Menos mal que al cliente le gustan los acabados rústicos, porque a mí esto de pulir madera se me da fatal.


Un poquito de aceite de linaza para cuidar la madera, y ¡ya tenemos cuchillo encabado!

La verdad es que, perfecto, perfecto, no ha quedado (no os voy a decir dónde están los fallos, pero yo los tengo clarísimos), pero para ser el primer cuchillo enterizo que encabo, no está tan mal.

Y con esto, tenemos sólo medio encargo completado. Ahora... ¡A por la vaina!

De nuevo seguí la guía del librito de César Bozal. Hasta donde dejé de hacerlo, y me dejé llevar por gusto por el siglo XIII, que es donde la estética de la vaina empezó a volverse dudosa.

Usé una vaquetilla ya teñida (ya, ya lo sé, pero es lo único que tenía a mano). Ésta es una vaina moderna, de una pieza: se plegará sobre el lomo e irá cosida en el filo, dejando una pestaña con la que formar una trabilla para el cinturón. Así que cortas dejando márgenes generosos, como en la foto.



Ya sabes cómo va esto
: envuelves el cuchillo en varias capas de plástico de cocina, y a darle forma al cuero. En esta ocasión, apenas humedecí un poco el cuero bajo el grifo con agua templada, y le fui dando forma frotando y frotando con los dedos, hasta que quedó ajustado al cuchillo.



Umpffff... esto mancha. Mejor ponte unos guantes de látex.

Y sí, la solapa para el cinturón va doblada por detrás, aprovecha para darle forma a la vez. Y, en cuanto veas cómo va quedando, córtala a su forma definitiva, que si no quedarán marcas raras sobre el cuero húmedo.


Una vez formada la pieza principal, puedes volver a humedecer un pelín el lomo, y volver a abrir la vaina. Marcas el perfil de la hoja, y cortas el separador (la "costilla") de cuero, siguiendo esa línea. Ya sabes que los bordes de la vaina van cosidos a través de esa pieza, de forma que la hoja, según entre y salga de la vaina, vaya arrastrando el filo por un trozo de cuero... y no por el hilo de la costura que mantiene la vaina en su sitio (eso es mala idea).

En la foto se ve la costilla por ahí arriba; no te olvides de ella, o la vaina se te romperá a la segunda vez que saques el cuchillo.



Y aquí tenemos la que para mí ha sido la principal novedad en la fabricación de esta vaina: el uso de un desbarbador.

- ¿Desbarloqué?

Desbarbador. Sirve para hacer un pequeño surco en el que luego harás la costura; de esa forma el hilo queda a ras de la superficie del cuero. Parece mentira lo extremadamente mejor acabada que parece una costura hecha de esta manera.



Lo primero es coser la trabilla del cinturón, antes de cerrar la vaina. Que si no, no vas a poder acceder al interior para dar las puntadas, y te va a costar una barbaridad.

- Oiga, y esas puntadas por el interior... ¿no están muy a mano para que las rompa la punta del cuchillo cuando lo envainen?

Pues ahora que lo dice, lo cierto es que sí... Vale, habrá que pegar encima un parchecillo de cuero fino que proteja un poco la costura. Ojo: hay que armarse de una buena cuchilla, y rebajar el borde de este cuero para que quede bien fino y no haga un escalón en el que pueda engancharse la punta del cuchillo.


Y con esto ya sólo nos falta coser la vaina y....

No. Demasiado fácil.

Vale, ya me había pasado de sobra del tiempo que había presupuestado inicialmente para este trabajo. Pero ¿qué demonios? Soy una víctima del horror vacui. Y me moría de ganas de probar una de las técnicas de decoración que cuenta César Bozal en su librito. Así que humedecemos el cuero, cogemos mateadores y maza, y manos a la obra.


Debo confesar que aquí volví a dejarme influir por el SXIII, y fue un error: seguí la forma de la hoja, en lugar de seguir la forma de la vaina, y eso al final de dio un aspecto un poco extraño.

Y ahora sí: pegamos, lijamos el borde para que quede bien uniforme...


...pasadita de matacantos para que quede un poco apañaete, y a coser, desbarbador mediante.


Y con una pasadita de cera de cantear (para que el borde quede marrón, y no crudo), y un poquito de grasa de caballo ¡listo!


Y claro, tú te preguntarás: ¿y cuánto le cobraste al cliente por semejante chapuza obra maestra?

Pueeeeees... mucho más de lo que alguien en sus cabales pagaría por un cuchillo como éste; y mucho menos de lo que un artesano semicuerdo cobraría por su tiempo. Así que creo que lo podemos llamar un trato justo.

Espero que su dueño lo disfrute y le saque partido. Y, en futuras entradas del regreso al futuro... sí, lo sé, soy un pesado... ¡otro par de alforjas!