Una barandilla sencilla (3). Montando y rematando

Hace un par de entradas contaba el diseño y el corte de las piezas metálicas de una barandilla para un altillo; y en la entrada anterior explicaba cómo soldarlas (chapuceramente, pero se sujetan) entre sí. Vale que todo esto sea una excusa para la entrada sobre soldadura, pero habrá que terminar el trabajo ¿no? (y despejar un poco la zona de trabajo de una vez, que a base de proyectos a medio hacer por ahí tirados, aquello parece una pista americana y empieza a ser hasta peligroso adentrarse en tan accidentado terreno)

Nos habíamos quedado con un montón de hierros ya cortados y que, una vez hechas las pruebas pertinentes, habíamos visto que no iban a caber montados por la trampilla del altillo, así que tocaba soldarlos y montarlo todo allí arriba.

¿Ya os he dicho que mi altillo es más bien bajillo? El anterior propietario de esta casa medía como metro sesenta y estaría a sus anchas, pero yo no me puedo poner completamente de pie en ningún punto sin meterme un cabezazo contra el techo. Vamos, que va a ser un trabajo más bien penoso. Subimos los hierros, las herramientas que vamos a usar, el equipo de protección, el soldador (que pesa un quintal, menos mal que hace tiempo que coloqué una polea ahí arriba y que me ayudó G. a subirlo) y nos ponemos manos a la obra... o no, espera.

Me toca añadir un apéndice a la entrada anterior

Soldando en sitios cerrados y sin ventilar

 Es sencillo: no lo hagas. Suelda siempre en zonas abiertas y bien ventiladas. Y en especial, si sueldas con un aporte que trae su propia dosis de químicos raros (electrodos, o hilo con flux), que generan ellos solitos vapores muy poco agradables y aún menos saludables. Y lo hacen justo debajo de tu nariz, porque si no pegas el morro a la zona de soldadura, no ves nada de lo que estás haciendo.

- Ya, eso está muy bien, pero... ¿y si no queda más remedio?

Si es estrictamente imprescindible... te va a hacer falta un extractor. Básicamente, un tubo que absorba aire y vapores justo al lado de tu soldadura y se lo lleve fuera. Se puede hacer por cuatro perras con un tubo flexible de aluminio y, si lo tienes a mano, un ventilador grande de ordenador con una fuente de alimentación vieja, y varias vueltas de cinta americana.


 Esta manguera de aluminio, plegada mide 50cm, y extendida alcanza los 10m. Sí, las comparaciones son odiosas.


Yo tiré la casa por la ventana, y me pillé un extractor de veras en lugar del ventilador de ordenador (más que nada, porque no es la primera vez que acabo levantando grandes cantidades de humo, serrín o limaduras metálicas en un sitio cerrado, y me puede venir muy bien en el futuro), y hasta una abrazadera del tamaño adecuado. ¡Estoy que lo tiro!


Creo que el uso por parte de particulares de estos cacharros tiene cierta tendencia a la ventilación de determinados cultivos intensivos de interior. Aprovecho para saludar a cualquier agente de la DEA que esté leyendo esto, y asegurarle que nadie en su sano juicio inhalaría los vapores que generan mis hobbies. Los mocos negros de trabajar con una amoladora y una máscara que no ajusta bien no molan nada.

El invento este tiene un puntillo desasosegante, un no-sé-qué que qué-sé-yo. Bueno, para qué disimular: no puedes montar este tipo de ventilación sin pensar en hentai con tentáculos.


 
No sé si es el Gran Chōjin, o el Gran Cthulhu, pero la pintura de mi pasillo ayuda a darle ambiente.

Eso sí, no vale con dejar un tubo por ahí perdido: tienes que dejar la boca bien pegada a la zona a soldar para que sea efectivo, y no quieres estar sujetándolo todo el rato. Yo improvisé una abrazadera de alambre gordo con un saliente que dejar pillado con algo pesado.

Esa unión se siente observada


Ahora sí: a montarlo todo

Venga, ya podemos empezar con la parte divertida: soldar las piezas de la barandilla. Con paciencia, sin prisas. Planifica bien cómo vas a echar cada cordón, busca una postura adecuada para hacerlo, y con calma. Si ves que estás cansado o que estás alampándote más de la cuenta, para y descansa un rato.

Empecé soldando los paneles, los dos laterales y el trasero. El suelo de mi altillo es de cemento y tiene una parte medio bien nivelada, así que no tuve que andarme con muchas preocupaciones: piezas al suelo, bien colocadas y bien sujetas para que no se meneen, y a soldar.

¿A que casi parece que hay luz y espacio para moverse ahí arriba?

Una vez tienes los paneles listos, los juntas con la ayuda de una escuadra y algún cacharro que sujete bien las piezas juntas. Yo, para estas cosas, soy muy fan de los alicates de presión, que una vez ajustados a un grosor, se ponen y quitan con suma facilidad a la vez que dejan las piezas bien, pero que muy bien sujetas. ¡Ah! y te puedes meter tú solo unos pellizcos realmente dolorosos, así que cuidado con los deditos.


Barandilla soldada y apoyada en su sitio. Creo que esta imagen da una idea de la amplitud y acabados de lujo del altillo.

A la hora de soldar los paneles juntos, yo dejé los cordones hacia el interior, para por abajo no dieran con el suelo e hicieran cojear todo el invento, y para que por encima no molestaran al ajuste del pasamanos. Lo del pasamanos fue buena idea; pero lo de la base fue tontería: ese suelo no es tan regular ni de lejos, y aquello cojea sí o sí. Al final, aproveché unos recortes de los tubos cuadrados e hice unas patas para elevar un poco (apenas un centímetro) la barandilla y que así no cojee con las irregularidades.


Si le pones patas, ya esconde dentro los tornillos que fijarán la barandilla al suelo. Así no podrás ver un pijo a la hora de apuntarlos y atornillarlos, y todo será mucho más divertido.


Siguiente paso: pintura antióxido. Que no es que haya la más mínima humedad ahí arriba, pero más vale prevenir. Si has usado hierro recién comprado, vendrá con una capa de grasa para protegerlo (si viene sin grasa... plantéate buscar otra tienda de hierro), y sobre esa grasa no va a agarrar la pintura. Con todo el manoseo ya no quedará demasiada, pero mejor limpiar el hierro de todas formas. Tranquilo, que no es complicado: un trapo que no suelte pelusas y un poco de acetona o de alcohol de quemar (ambas cosas se pueden comprar en una tienda de pinturas por cuatro perras)


No sabéis lo entretenido que es pintar una pieza así de grande y pesada por arriba, por abajo, y por los cantos. En un altillo pequeñajo y sin apenas luz. Creo que el halógeno de 500W que subí para poder ver algo está a punto de desintegrarse de tantas patadas accidentales que le metí. No en serio: ¿se venderán sueltas las  cajas de conexiones de plástico de estos bichos?

Parece que ya está a punto de acabarse el trabajo ¿verdad? ¡Inocentes! Vamos a ver, que uno es un chapuzas, pero tampoco va a dejar una barandilla tan desangelada con todo de hierraco cutre. Esto está pidiendo a gritos ¡un pasamanos de madera!

Haciendo el pasamanos

Dejemos clara una cosa: se me da bastante mal trabajar la madera; el único estilo en el que soy capaz de terminarla es el rústico. Independientemente de lo que intente. Y como además esto es para un altillo donde no se va a ver ni apenas a usar, no me voy a complicar la vida buscando madera de haya o algo más resistente: unos tablones de pino del Leroy Merlín y vamos que nos matamos. Si algún día se desintegran, ya veremos lo que pongo.

La idea es que sean algo más anchos que la pletina de la parte superior de la barandilla, pero tampoco demasiado; si los compras ya de unas dimensiones adecuadas te ahorrarás el delicado corte longitudinal. Eso sí, cuidado al comprarlas, porque estas tablas de pino barato muchas veces vienen combadas, o con machacones y astillados. También asegúrate de pillarlas lo bastante gruesas como para poder sujetarlas desde abajo con unos tirafondos.

Lo primero, el corte básico intentando que las tablas encajen lo mejor posible cuando queden a escuadra.

Está muy bien medir los 45º con total precisión, pero si luego manejas la sierra de disco a mano alzada, vas a tirarte un buen rato ajustando las uniones con la escofina.

Lo siguiente, es darle una forma redondeada a la superficie del pasamanos. Hay gente que puede dejarlos maravillosamente suaves y regulares sin otra herramienta que un cepillo, o una cuchilla para madera, dedicándole paciencia y mimo a cada pasada. Yo no soy de esa gente. Fijamos la madera al banco de trabajo (usa un mártir para no marcarla demasiado) y a darle caña con la radial y un disco de lija milhojas.

Vale, el resultado no es especialmente regular, pero no veáis lo satisfactorio (y rápido) que es lijar pino con este trasto. Cuidado, eso sí: sitio ventilado y máscara, que levanta todo el serrín del mundo. Que por cierto, es buena idea que te guardes un poco de ese serrín, que luego te vendrá bien.

Así que al altillo con la madera, la presentamos, y la atornillamos con cuidado con unos tirafondos cortitos.

 ¡Hey, ahora sí que va pareciendo algo!

- Oiga, un segundo...

- ¿Sí?

- ¿No debería haberla barnizado antes de subirla y fijarla? Ahora va a tener que barnizar ahí arriba, con poco espacio.

Pues estuve tentado, pero era un movimiento prematuro. Ya os dije que estas tablas tienden a combarse y retorcerse y, tal como sospechaba que iba a ocurrir, la unión de las juntas, una vez colocadas en su sitio, ya no era tan perfecta como yo quería. Así que va a tocar lijarlas un poco más una vez colocadas.


 Tablón retorcido que acabó dejando un hueco (y el lijado con radial tampoco fue una ciencia exacta, la verdad)

Y una vez lijado, si aún queda algo de hueco, puedes hacer una pasta con el serrín que habías recogido antes y cola blanca para rellenar el hueco. Cuando esa pasta se seca, se puede lijar para terminar de dejarlo uniforme.


 Pasta secándose. Al final, el 90% del tiempo para hacer la barandilla se consume esperando a que se sequen los pringues.

Una vez seca y lijada la pasta, ahora sí, hay que darle una manita de barniz. Pasas un trapo para limpiar cualquier resto de serrín, enmascaras con cinta de carrocero y a barnizar. 


Barniz transparente. Me gusta el contraste del pino, tan clarito, con el hierro pintado de negro.

Y ya sólo nos falta fijar la barandilla al suelo. Como ya comentaba más arriba, unos tornillos a través de las patas, y a fijar en el suelo. Sólo un apunte: el cemento / hormigón es un material extremadamente poco agradecido para taladrarlo. Está duro de narices, tienes que usar el modo percutor del taladro, y eso suele hacer que el agujero sea poco preciso. Con una medida de broca, el taco no entra; y con la siguiente, baila. El truco: echar un poco de masilla (lo que todos conocemos como Acuaplast) en el agujero antes de meter el taco, y así quedará bastante más estable.


Objetivo 1 superado: no caerse tontamente por el hueco de la escalera.

Objetivo 2 superado: tener donde agarrarse al subir y bajar por esa empinada escalera.

- Oiga...

- ¿Sipi? 

 - Queee... ¿por qué tanto hueco en los laterales? ¿No se le ha ido la mano con la holgura?

 - Sí, y no.

Hace unos meses subí ahí arriba un trato un poco gordo que no cabía bien por la trampilla. Este trasto, para  ser exactos. Y que implicaba meterlo en diagonal, girarlo, retorcerlo, y hacerle cosas no euclidianas. Y todo eso necesita algo de espacio alrededor, así que mejor dejar hueco.

Pero, aún así, uno llega a agarrarse tranquilamente sobre los laterales. ¿Sabéis lo mucho más fácil que se me hace ahora subir y bajar, sin tener que gatear por el borde de la trampilla?

Y con esto podemos dar esta entrada por terminad... mierda. Vale, ahora toca bajar de ahí arriba las dos docenas de herramientas que he tenido que subir. Jooooder, esto se va a alargar.  

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